miércoles, 18 de agosto de 2010

Diez-Alegría, teología y sensatez...

"En mi opinión, un cristiano, en el diálogo ético, social y político con los demás ciudadanos, debe colocarse en un plano de igualdad, no de superioridad. No pretender alzarse sobre los valores del evangelio de Jesús para sentirse superior, sino considerarse sometido a juicio bajo ellos, siempre con una actitud humilde y reservada, dado que nuestra fidelidad al evangelio es tan imperfecta.

Sobre esta base, y respetando debidamente la libertad de conciencia y de opinión de todos (cristianos y no cristianos), creo que debemos reafirmar siempre los grandes principios de la destinación universal de los bienes terrenos y del derecho de todas la mujeres y los hombres del mundo a satisfacer sus necesidades básicas, cultural e históricamente determinadas. Esto es prioritario, y hay que procurar de verdad ir a ello por todos los medios posibles, que sean no-violentos y eviten incidir en totalitarismo o en formas de autoritarismo incompatibles con la democracia.

Yo creo que debemos defender, como principio, la necesidad de que el estado y otras autoridades (también de orden internacional) intervengan en la economía para salvaguardar el bien común, a la vez que se les exige honradez, transparencia, rendición de cuentas y sincera preocupación por la prosperidad de todos, con antención primordial a los más débiles.

Creo que debemos esforzarnos por defender los logros de la socialdemocracia y del estado de bienestar, frente a los embates del economismo neoliberal puro y duro

Y no veo por qué nos esté vedado mantener la esperanza de que en el futuro aparezca la posibilidad de establecer un socialismo de rostro verdaderamente humano, con libertades políticas y democracia económica, con verdadera sobreanía popular. Una economía "con" mercado, que no sea "de" mercado y que esté fundada prevalentemente en el espíritu y la práctica de la solidaridad...
"


"Yo todavía creo en la esperanza" de Jose María Diez-Alegría; Ed. Desclée De Brouwer, 1999.