Esta noche he soñado que despertaba.
Lo hacía en mi casa, en una mañana de primavera, con las ventanas abiertas y con una agradable brisa entrando desde las ventanas. Había flores frescas en el jarrón morado, bajo el espejo de metal de la entrada, y su aroma ya se había colado por el pasillo. Sobre los sofás, un par de paños de trapillo multicolor. Cortinas de gasa de colores vivos, que hacían que la luz cobrase hermosos matices. Fundas de cojines con formas caprichosas y algunas flores bordadas, de aspecto suave y confortable. Un par de acuarelas y otras fotos que no reconocía, con rostros y arquitecturas agradables, humanas. En esencia, era mi casa, pero con pequeños cambios. La luz era agradable y bajo ella todos esos nuevos objetos me parecían encajar lógicamente, como si siempre hubieran estado allí, cambiando tímida pero profundamente el espacio que ocupaban añadiendo una identidad fuerte y plena de matices.
También estaba tu aroma, en todas partes, confundido entre el perfume de las flores y el aire fresco de la calle.
Ni siquiera te he visto, no lo necesitaba por que te sentía en cada rincón de casa, y al despertarme aún he guardado durante un buen rato esa entrañable sensación de sabernos en un lugar común.
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